10 de octubre de 2015

El acompañante

Pese a que no se puede ni imaginar cómo será, uno intenta prepararse para ser padre. Jamás para ser el acompañante. Así que cuando en la consulta del médico le espetan por primera vez eso de que "el acompañante debe esperar" el asombro es tal que uno acaba por preguntarse con quién habrá venido la madre.

El acompañante debe esperar, el acompañante no pasa ni un mero control médico rutinario, no es sometido al más mínimo seguimiento y no recibe formación alguna, salvo la que buenamente pueda buscar, si es que se molesta para ello. El acompañante disfrutará de 13 días de paternidad y, si tiene la suerte de tener trabajo, deberá regresar a su puesto si desea mantenerlo.
Podrá razonarse, y hasta con buenos argumentos, que el acompañante no pasa por el brutal proceso que sufre una mujer cuando queda embarazada y finalmente da a luz. Podrá razonarse, y hasta con buenos argumentos, que el acompañante no precisa ningún tipo de seguimiento, control o apoyo, a pesar de que va a enfrentarse a la experiencia más maravillosa, pero también la más difícil, que le puede deparar la vida. Podrá razonarse, en definitiva, que 13 días son suficientes y que, en todo caso, si quiere más, puede sustraer algunos más de su pareja.
Podrá razonarse todo ello, pero el acompañante es el padre; no es un tipo que pasaba por allí y que tendrá como único encargo pasear el bolso que contiene todo lo que un recién nacido puede precisar.
Los avances de los últimos años en materia de conciliación laboral y familiar son evidentes y aún más pasos habrá que dar en esa dirección. Es obvio también que es la mujer, y no el hombre (en la pareja tradicional), sobre la que recae el grueso del peso del embarazo y la que de forma más inmediata verá cuestionado su futuro profesional, sus opciones de ascenso laboral e incluso la propia continuidad en su puesto. Es tan obvio que aún es difícil entender cómo no se ponen más medios para terminar con esa discriminación latente, una más.
Pero erraremos en el enfoque si no asumimos que sigue pendiente la asignatura del padre, de su mayor participación e implicación en esta aventura de la vida para la que, quizá, precise también algún tipo de apoyo; salvo que queramos reducir su papel al de mero acompañante.

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